viernes, 29 de octubre de 2010

UN BELLO PESA NERVIOS Antonin Artaud - Pour en finir avec le jugement de dieu (Per farla finit...


    Toda escritura es una cochinada.
    Las gentes que huyen de la vaguedad para buscar la
precisión de lo que pasa en su pensamiento, son unos cerdos.
    Toda la gente literaria es cerda, en especial la de este tiempo.
    Todos los que tienen puntos de referencia en el espíritu,
quiero decir de un cierto lado de la cabeza, sobre sitios
bien localizados en su cerebro; todos los que son dueños de su
lengua; todos para quienes las palabras tienen un sentido;
todos aquellos para quienes existen alturas en el alma y
corrientes en el pensamiento; todos los que son espíritus
de época y han bautizado estas corrientes de pensamiento
(pienso en sus tareas precisas y en este chirrido de autómata
que lleva a todos los vientos su espíritu)
-son unos cerdos.
    Aquellos para quienes ciertas palabras tienen un sentido,
y ciertas maneras de ser; aquellos que afectan tan bien
sus maneras; aquellos para quienes los sentimientos poseen
categorías y discuten sobre un grado cualquiera de sus
clasificaciones hilarantes; aquellos que creen todavía en los
"términos", aquellos que ponen en movimiento ideologías
habiendo adquirido un rango en la época; aquellos cuyas
mujeres hablan tan bien y estas mujeres de igual manera
hablan tan bien y hablan de las corrientes de la época;
aquellos que creen aún en una orientación del espíritu;
aquellos que siguen vías, que agitan nombres, que hacen
gritar las páginas de los libros, ésos
-son los peores cerdos.
     ¡Pero con qué gratuidad habla, joven!
     No, pienso en los críticos barbudos.
     Y se los he dicho: nada de obras, nada de lengua, nada de
palabra, nada de espíritu, nada.
    Nada, sino un bello Pesa Nervios.
   Una suerte de estación incomprensible y erguida en medio
de todo en el espíritu.
   Y no esperen que yo les nombre este todo: En cuántas
partes se divide, que les diga su peso, que yo camine, que me
ponga a discutir sobre este todo, y, discutiendo, me pierda y
me ponga así, sin saberlo, a PENSAR -y que ilumine, que
viva, que se engalane de una multitud de palabras, muy bien
restregadas de sentido, todas distintas, y capaces de poner al
día todas las actitudes y todos los matices de un sensibilísimo
y perspicaz pensamiento.
    Ah, estos estados que no se nombran nunca, estas
situaciones eminentes del alma, ah estos intervalos del
espíritu, ah estas pequeñísimas fallas que son el pan cotidiano
de mis horas, ah este pueblo hormigueante de datos -son
siempre las mismas palabras que me sirven y en verdad no
tengo el aire de desplazar demasiado en mi pensamiento,
pero en realidad lo desplazo más que ustedes, barbas de
asnos, cerdos pertinentes, dueños del falso verbo,
despachadores de retratos, folletinistas, planta baja,
herbajeros, entomólogos, llaga de mi lengua.
    Se los he dicho: ya no tengo mi lengua; no es razón para
que ustedes persistiesen, para que ustedes se obstinasen en la
lengua.
    ¡Vamos! en diez años seré comprendido por las gentes que harán
lo que hoy hacen ustedes. Se conocerán entonces mis géisers,
se verán mis hielos, se habrá aprendido a desnaturalizar mis venenos,
se revelarán mis juegos de almas.
    Y serán entonces derramados todos mis cabellos en la cal, todas
mis venas mentales, se percibirá mi bestiario y mi mística se habrá
vuelto un sombrero. Se verá humear la juntura de las piedras y
arborescentes ramos de ojos mentales se cristalizarán en glosarios,
se verán entonces caer los aerolitos de piedra, se verán cuerdas,
se comprenderá la geometría sin espacios, y se aprenderá lo que es
la configuración del espíritu, y se comprenderá cómo perdí el espíritu.
    Se comprenderá por qué mi espiritu no está allí, se verá a todas
las lenguas secarse, a todos los espíritus desecarse, a todas las
 lenguas endurecerse, las figuras humanas se aplanarán,
se desinflarán como aspiradas por ventosas desecantes,
y esta lubricante membrana seguirá flotando en el aire,
esta lubricante y caústica membrana, esta
membrana con dos espesores, con múltiples grados, con infinitas
grietas, esta melancólica y vítrea membrana, pero tan sensible, tan
pertinente también, tan capaz de multiplicarse, de desdoblarse, de
regresar con su espejeo de grietas, de sentidos, de estupefacientes,
de irrigaciones penetrantes y virulentas,
todo esto entonces será bien visto,
y no tendré ya necesidad de hablar.



A LE LU YA!!! Esta es, palabra de... Antonin Artaud

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