miércoles, 31 de marzo de 2010

Las ciudades y sus fauces

Uno va recorriéndose, recorriendo ciudades, casas, viviendas, viviéndose en donde se puede. Un día amaneces y estás en otra cama en otro juego en otro sueño y te sigues bebiendo como si fueras la misma fuente. Brotan millones de fuentes desde la cantera de tus ojos y frente a ti se convierten en mármol. Qué pasos tenías que dar, como si subieras en una escalera estrecha que de pronto forma el mundo. Todo es enorme, tan grande que es impresionante caminar sobre las aguas. El vértigo de saber que todas las ciudades y pueblos tienen fauces tan profundas como La Ballena y que tú no eres Jonás. Perderse siempre. Siempre. Maldita sea. Hay un encanto profundo en ello. No es que no te guste perderte. Naciste perdido. Pero no hay ningún sitio en el mundo o en el no mundo donde no tengas que perderte, donde no existan fauces para triturarte? te preguntas y avanzas como si de ti colgara la risa del gato risón, te vas desapareciendo de línea en línea y luego te recuperas como si el árbol de enfrente no te mirara. Para qué tanto mirarse si nadie se escucha. Los animales-animales son más inteligentes. Se hacen escuchar a través de sus estruendosas o penetrantes onomatopeyas. Y son inimitables o tan difíciles de imitar que Artaud pretendió en una ocasión hacer una entrevista con esta forma de comunicarse, a ver si así se comunicaba, se-co-mu-ni-ca-ba-n. Tantos medios para comunicarse y todos tan incomunicados. Ja,ja. En fin, sigue caminando, recupera la mirada y la risa que nunca se vaya aunque sea imitación de un personaje que nunca ha terminado de salir. * Hay un espacio silente. Un lugar donde todas las flores se abren. Un sitio que no puedes encontrar. Por afanarte en ser Xipe Totec. Te gusta descarnarte. Ofrendarte. Darte de mano en mano como si fueras los rosales que se ofrecen a quien pase en los pocos jardines cuidados por los ayuntamientos. Como las fuentes que se empeñan en tratar de adornar a sus pueblos y ciudades. Fauces de agua. Agua virulenta, en lama. Hay quienes se beben de allí. Quizá las flores sólo se abren en tu imaginación. El recurso de los débiles, de los que cuando les dijeron: camina sobre el agua sus pasos se invirtieron y empezaron a caminar sobre el cielo. Por eso tu mirada está tras-to-ca-da. Porque miras de cabeza. Toda la sangre se te agolpa en las mejillas, se vuelven más redondas, más rojas. Como una sandía a punto de reventar a través de todas las semillas que son sus ojos. Agarra tu camino y anda. Son las nubes el paso del cielo. Todos los planetas están confundidos y en su confusión te arrastran hacia el Sol. Tanto iluminarse procura encenderse. Eres la criatura del desarraigo, de la piel atormentada por no encontrar los quicios del hueso en dónde apoltronarse, los marcos de las puertas estallan y te dejan temblando ante el fragor de los días. Dónde meter tantos días, tantas horas sin tener el Libro de las Horas? hay una cajita musical en donde ya no caben más notas ni bailarinas ni estallidos. Una guerrilla que se libró en su momento en contra del Sol. Ahora el Sol es tu amarilloblanco consuelo. Hay quién se pueda consolar más que tú ya que estás ante un Sol que tirita de frío? cuánto frío, cuánto desasosiego, cuánta sangre, cuánto calor, cuánta ausencia de agua, de brazos, de consuelo, cuántas cosas inútiles se pelean por estar y ser en medio de un mundo que sino se lo lleva la santa madre de los mexicanos, La Chingada, por lo menos eso parece. El mundo se ha descarnado completo. Es el tiempo de la adoración a Xipe Totec. Agarra tu cuerpo y amárratelo bien sobre la calavera. Cuentan que es primavera. Los pobres seres humanos maravillosos que somos nos inventamos tiempos para considerar que los segundos transitan. Es un continuo vivir sobre el péndulo un continuo agarrar de un lado al día agarrar del otro la noche. Danzamos sobre lo que nos fuimos y nos seremos. Y tú allí, queriendo explicarte el mundo con tu cabeza sobre las cabezas. No se puede mirar lo que se contempla. Arrodíllate ante todos los dioses y pídeles consuelo. QUE ALGUIEN TE EXPLIQUE! hay tantas explicaciones que nunca serán escuchadas. Y hay tantos escuchas que se quedarán sin explicaciones. El reloj de arena es el sitio del desierto. Allí se vacían completos todos los oasis y el paso del agua. Las ciudades son el tormento arrodillado del hombre. Continuas oraciones que no sabes rezar. Unir tus manos como si fueran mudras que le cantan a la búsqueda. Horadar los pedazos de carne que se van uniendo a través de las costuras de los años. Cuántas pieles posees? Cuántas veces tu propio cuerpo te ha abandonado y cuántas es ese mismo hueserío el que ha resucitado? Cuántos, cuántas Lázaros te has sido en ti mismo? En dónde, en cuál hueco de la persona que eres va creciendo el tiempo que dicen transita por los días de un ser que se nace y se muere? Cómo vas a mirar lo que siempre has mirado sin que se olvide? tanto ver nos deja ciegos. Es la ceguera el vicio del hombre. Eres al mismo tiempo los ojos niños que contemplan tus palabras y eres el otro que creció sin saber a dónde van tus ramas ni en qué cielo o infierno se contemplarían. Tomas tus ciudades como se bebe un buen vino y en ellas, en él, te decantas. Eres el niño que se sienta sobre tus propias piernas a descansar. También la niña que sobre tu hombro se pone a decir todas aquellas palabras que no conocías. Los rizos del Sol se acercan a tu voz para llenarla de aquella luz que en ocasiones no te permite ver. La Luz se esconde en la Luz. Vamos, ven, a contemplarnos. Ya que somos la misma fuga. El mismo silencio. La misma flor. La ciudad te ha tragado entre sus fauces y te has convertido en ellas.

lunes, 8 de marzo de 2010

Una esquina con flores después del Minotauro, un respirarse para adentro y para fuera. Ser aquel incendio que nunca se incendió

Hay una desfragmentación en el silencio, un desdoblarse en otros, un convertirse en otra y dejar lo que eras. Un reflexionarse desde ese otro espacio donde la tierra sigue siendo la tierra y tú ya no estás en ella. Un ocuparse de aquello que había perdido sentido. Un tocar con los dedos del cuerpo y el espíritu el entorno que te rodea. Volver a re-conocer lo cotidiano. Encontrar en un espacio tu otro yo. Darle el justo justísimo valor a cada luna cada sol cada tiempo que es el mismo y que sin embargo se multiplica se beatifica. Un cada momento llorarse. Decirse: cómo estuve tanto tiempo perdida. Un salir del Minotauro. Ser Ariadna, el Hilo, Teseo, y el Laberinto. Agregar el espejo por donde te fugas, te representas. Figurarte en otro futuro en otro sueño. Creer que la vida puede construirse desde ese otro lugar. Que la tierra es infinita y le brotan flores por todas las esquinas. Cortar las flores para adornar tu cuerpo, llenarte de sol. Empaparte bajo el agua que te escucha desde adentro y sale para mirarse sobre tus mejillas. Rotas. Incendiadas. Que vuelven a ser carne gracias a la laceración y al caer sin sentido sin camino de los goterones que salpican tus adentros cuando no se asoman. Cuando no los miras. Los multiplicas. Y un buen día salen como una presa que se desborda. Como una tormenta, un tsunami que proviene de las entrañas de un solo cuerpo que es los cuerpos todos. Los silencios todos. Lo callarse tanto. Lo reventarse un día. Lo que ya no se aguanta y busca canalizarse. Salir de sí. Fugarse. Para volverse camino de nuevo. Río. Incendio. Mar. Caminar sobre las aguas. Salir por el hilo delgado de la seda. Mirar las líneas de las manos. Descubrir cómo cambia la carne y se surca. Bifurca. Carne somos y en carne nos convertiremos. Piel deshecha por el llanto que se acuna sobre los hombros de todos los caminos que llevan al caminante, a la que camina. A los que caminan. Vaciarse de sí para volver a Ser. Mirarse. Otoño, Primavera, Verano, Invierno. Invierno. Primavera. Verano. Otoño. Primavera. Verano. Otoño. Invierno. Verano. Primavera. Otoño. Invierno. Qué reloj puede contar los días todos los ojos todos las pieles todas. Que han vivido sobre la tierra. En qué lugar recóndito del alma se agazapa aquel aquella que somos para un buen día saltar y agarrarnos por los cuernos. Amansarnos. Adiestrarnos. Cabalgarnos. Como aquellos aquellas que nunca se han mirado en el río y se han encontrado hermosos. Admirarnos de la hermosura del agua que parece que se posa sobre el árbol y del árbol que parece que se mece sobre el río. Cantar con toda la garganta de las vértebras que estallan. Que Buscan. Que se Encuentran. Luego, como en un remanso, recostarse sobre la arena perdida de una playa en otra ciudad que nos somos. Que nunca nos dejamos de ser. Que seguimos reproduciéndonos. Sin sentido. Sin banderas ni fortalezas ni caminos. Seguir llegando como si nunca nos hubiéramos ido. Adentrarnos en el bosque y encontrar los árboles señalados. Las semillas que dejamos para regresar. Sin habernos ido. Sin estar. Y un buen día encontrarnos sin nombre y con todos los nombres del mundo colgando de nuestros brazos. Ceiba que se reproduce sobre los ojos del agua. En un rincón del universo, una risa estalla. Una nueva vida se asoma. Y no es un plagio decir que sólo vinimos a vivir sobre la Tierra. Porque la vida estalla y no hay corazón ni cuerpo que la contenga. Y un día nos miramos en otra vida y saltan los sentidos queriendo encontrarla.