miércoles, 7 de septiembre de 2011

MÉXICO, LIPOVETSKY, Y LA MUJER. PUBLICADO EN RED DOOR MAGAZINE –10TH ISSUE

Los cuerpos desnudos de tres mujeres jóvenes fueron descubiertos el 6 de noviembre de 2001 en un campo de algodón en la periferia de Ciudad Juárez. Una de ellas era menor de edad, tenía las manos atadas en la espalda y había sido degollada.




En un país como el que habito y en el cual la naturaleza me hizo nacer existe una dicotomía a la hora de escribir: es inútil en medio de tanta violencia y el sinfín de muertos o es algo tan vital como respirar. En mi caso es esto último. Pienso todos los días al respecto y trato de encontrar razones para justificar mi existencia en medio de tanto dolor. El otro día soñé que le pedía a un chofer de autobús que me bajara en la calle Democracia y Justicia. Varias personas se me acercaban y me decían: “esas calles nunca cruzan”. Al despertar decidí no fingir que nada sucedía sino saber que absolutamente todo estaba sucediendo y que es momento de que más seres humanos comprendamos “algo” qué es ese ¿algo? Aún no lo descubro. Entonces me puse a buscar razones para entender por qué México actualmente vive inmerso en la desgracia. Y una de las razones que encontré fue la misoginia. Entonces acudí al libro de Lipovetsky: “La tercera mujer”  y lo comprobé. Mientras la equidad de género no se convierta en una realidad no podremos revertir la situación actual de la nación. En nuestro país ni siquiera habita aún la tercera mujer. Eso sí, somos del tercer mundo. Aunque recientemente parecemos del séptimo círculo del infierno. Tanta impunidad y recreación de las muertes es aterradora. Recientemente en una comunidad de Oaxaca tres mujeres se postularon a puestos políticos y ganaron. Entonces un maestro convocó a reunión para tomar la decisión de quemarlas vivas: “para que aprendieran que una mujer no puede mandar y que entendieran de una vez por todas que las mujeres no existen”. Y con lujo de violencia las encerraron para asesinarlas. Afortunadamente la comunidad las pudo liberar. Y recuerdo de nuevo a Lipovetsky diciendo que para las mujeres aún es muy difícil acceder a la política. Y esto aquí se aplica con creces puesto que las mujeres están acostumbradas a  proteger y no quieren mandar más allá de sus casas. Tanta mutilación externa ha provocado que se mutilen a nivel interno. Lipovetsky nos cuenta:


“Ya en el siglo pasado, las representaciones de la mujer se ordenaban principalmente en torno a la oposición de dos grandes estereotipos clásicos: la belleza y la lujuria, el ángel y el demonio, la belleza virginal y la belleza destructora. Venus castas de Cabanel o de Bouguereau por un lado, Eva venenosas de Stuck o de Felicien Rops por otro. Esta bipolaridad antinómica de los tipos femeninos sólo perdió su  carácter capital a partir del segundo tercio del siglo XX”.

Pues bien, en lo que concierne a las mujeres, en este país aún no emergemos al siglo XX. Continuamos inmersos entre los estereotipos clásicos. Y los asesinatos de mujeres nos lo comprueban. En Ciudad Juárez desde hace más de 18 años se llevan a cabo rituales macabros contra niñas y mujeres. Es justo en ese momento donde inicia el impune derramamiento de sangre. Pero a nadie o a casi nadie le importaban puesto que eran “mujeres” y aquí “a cada hombre le tocan como siete mujeres” así que probablemente pensaban que se quedaban sin dos, pero tenían otras cinco. Cuando empezaron a asesinar por igual a hombres y mujeres, entonces todos se preocuparon. Claro que ahora es en muchos estados del país y son crímenes igual de atroces, pero en mayor número. Afortunadamente la población se moviliza. Lo que podrá generar un cambio real es crear una verdadera cultura de la igualdad de género. En un país en que las mujeres siguen siendo putas, zorras o madres, santas. No es posible generar una cultura en contra de la No Violencia. Próximamente se llevarán a cabo las elecciones presidenciales en México y no hay absolutamente ninguna mujer que pueda postularse para dicho cargo. Puesto que todas se conforman con mantenerse a la sombra. Y entonces de nuevo recurro a Lipovetsky y recuerdo que habla de otros países y formas que existen en los lugares que son denominados como “primer mundo” y a pesar de ello sigue siendo injusto el trato que reciben las mujeres en estos sitios. Y me pregunto por qué el mundo de las ideas no es sólo uno y habitable también en lo externo. Pero vuelvo a pensar en este país que nos tiene atenazados y sin perspectivas como si se hubiera convertido en un gran lodazal imposible de limpiar. Para empezar por algún punto, deberíamos revertir el lenguaje y el trato hacia lo femenino. En nuestro país la mujer todavía no vive “el día después de la mujer  de su casa”. A pesar de salir a trabajar, la mujer continúa siendo juzgada, vive con sentimientos de culpa bajo la condena de las obligaciones con la familia, el marido o los hijos, y sigue juzgándose entre sí.


Gilles también nos habla de que antiguamente los hombres eran hostiles al trabajo debido a que se asociaba el salir de las mujeres a la calle con “la sombra de la prostitución”…”Precisamente, a medida que la libertad sexual femenina dejaba de ser un signo de inmoralidad, la actividad profesional de la mujer se benefició de juicios mucho más benévolos. El reconocimiento social del trabajo femenino y el liberalismo sexual corren parejos. Si el “derecho” al trabajo de las mujeres se impuso mucho más tarde que los derechos políticos, ello se debe fundamentalmente al miedo tradicional que inspira la libertad femenina, la sexual en  particular, a la negativa por parte de los hombres a reconocer la autonomía femenina en las esferas “sensibles”  de la vida material y sexual, a su voluntad de controlar el cuerpo femenino y de perpetuar el principio de la subordinación del sexo débil al sexo fuerte”.

Quizá sea tiempo de emerger al siglo XX en cuanto a concepciones y formas de percibir el mundo. Todos los días y noches me pregunto cómo podemos combatir este miedo que atenaza a la nación. Recientemente se están llevando a cabo marchas y movilizaciones que nunca se habían realizado. Pero considero que mientras los derechos de las mujeres con todo lo que esto implica no sean reconocidos entonces no podremos hablar de otro país. Ni podremos combatir la impunidad y la injusticia que late en cada poro de México. Una de nuestras formas de expresión más conocidas es: “chinga tu madre”. Y ahora todos estamos “chingando a nuestra madre” patria. Hay quienes creen que sólo es cuestión de drogas y legalización. Pero hemos llegado a un grado tal de inequidad y corrupción que tenemos la obligación de construir otro país porque este, ya se acabó. Un país donde las mujeres ocupen los sitios que también les corresponden, un país donde las mujeres puedan acceder a los puestos públicos y no se les impida tomar decisiones. Y sigo pensando cuáles son las directrices, por dónde debemos caminar y me doy cuenta de que también otro grave problema es el racismo, el no reconocernos como mestizos, el odio y menosprecio generalizado hacia “lo indio”. Y creo que mientras no nos reconozcamos como mestizos, nos será imposible crecer como país. Así que este país es un lugar inhabitable si lo sigo pensando. Pero como actualmente habito en las montañas de Chiapas, volteo a ver los cerros que desde aquí puedo mirar, y el cielo tan lleno de verdad y hasta pájaros cantando. Esto me hace pensar que aún tenemos esperanza. Que Lipovetsky es francés y es hombre. Que tenemos las pirámides. Y que yo no sé si “ese algo” que ando buscando tenga que ver con que me identifico con Gilles, con las mujeres, con los hombres, con la esperanza, con las pirámides y con la sangre. Que lo que en este país sucede es sólo un reflejo de lo que acontece en el mundo, de las consecuencias de una imposición imperialista con pretensiones filantrópicas hacia el mundo y los que habitan su superficie. Consecuencias que sangran y hacen sangrar. Consecuencias que matan y hacen matar. Que los países invasores e invadidos siempre han existido y existirán. Que el primer mundo no existe ni podrá existir mientras los hombres y las mujeres no se pongan de acuerdo y se respeten como seres pensantes, sensibles e iguales dentro de sus naturales diferencias. Y que aún así todavía no será el primer mundo porque después esos hombres y mujeres de diferentes tipos de piel usos o costumbres tendrán que ponerse a conversar sobre sus cosmogonías, y tendrán que saberse tan iguales y tan diferentes como los árboles que habitan un bosque. Y sigo pensando, y llego a la conclusión de que debo y quiero seguir escribiendo aunque mis ojos sangren ante las imágenes que le brotan al mundo. Y que la esperanza tan manida y tan saqueada aún existe. Y que el mundo se acabó tal como lo conocíamos y ahora tenemos la obligación de construirlo TAL COMO LO SOÑAMOS. Y que sucede que a veces, me canso de ser mujer.
Tanya Cosío
San Cristóbal de las Casas, Chiapas
México, 2011

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