miércoles, 7 de septiembre de 2011

Entre la poesía y la santidad





Es extraño descubrir cómo a los poetas en esta época les causa tanto miedo el pensar en ser pequeños dioses, creadores, hacedores, y su insistencia en que su tarea es humilde como la tarea del artesano. Si es verdad que Dios nos creó a partir del barro entonces él, humilde artesano, nos envía o nos permite tener contacto a través de la poesía con el  arte creacional que en Él vive. Por otra parte, a la par de estar lejos de ser pequeños dioses, quieren a través de la poesía alcanzar a Dios, lo cual significa que no niegan su existencia. No sé si este alejamiento inició cuando Nietzche mató a Dios y lentamente fue perneando las vivencias y disciplinas humanas quizá casi sin percibir en el caso de los poetas hasta que llegó la desacralización y de pronto ya eran seres indefensos que no podían ser enviados por alguien que no existía. Por otra parte, insisto en la cercanía que los poetas aún desean con ese Dios re encontrado y más lejos que nunca porque los poetas ya no son sus enviados sino sus buscadores.

Hay una digresión en el poeta José Kozer que me permite basarme en él para pretender sustentar lo que estoy diciendo:

“Estamos aquí para disolver lo épico, lo mayestático, la prepotencia del oficio, la idea del Poeta y de éste como pequeño dios creador, como mano derecha de una Musa o Divinidad, y la creencia en el Genio, el don Superior, etc. Estamos aquí para hacer lo mismo que hace el artesano: vasija de barro”

 y a su vez también nos dice:

 “Sólo puedo decir, casi exclamar, chillar, que eso es lo que más deseo; es decir, que deseo que cada poema que he escrito, o al menos algunos de los poemas que he escrito, sean “revelación” en carne visible y viva de la Presencia Divina, de ese El Sadday (Dios de la Altura, de la Montaña; y por igual, Dios omnipotente).
                                                                                                   
¿Estaremos ante un cambio del deseo del poeta? En donde ya no es más el enviado de Dios para adorar la Palabra y rendirle tributo y sacrificio sino que ahora ¿el poeta no se conforma y desea aspirar a Santo? Y en estas dos premisas la mayoría de los poetas coinciden; pero sería atinado preguntarles… ¿o tendrán ocasión de vislumbrar lo que plantean?
¿Es que la revelación en Moisés, Santa Teresa o San Juan no es una manifestación en la cual no se niega la presencia de Dios, sino que se fortifica?
¿Y entonces no es Dios quien determina, en toda su grandeza de “Dios Omnipotente” quiénes pueden ser “sus” enviados para unir sílabas y concebir La Palabra?

Entonces, por qué causa tanta expectación y enojo el pensar o decir que el poeta es épico, cuando él quisiera estar cerca de Él y Él a su vez es épico, ya que es heroico ser “Dios de la Altura y de la Montaña”.


Largo quizá será el camino para volver a estrechar los lazos que unen (¿unían?) a Dios con los pequeños creadores épicos. Largo y confío que seguro, porque imagino más difícil andar por un camino que pretende cubrirse de Santos que de pequeños dioses creadores: humildes manos de escribas destinados.




Tanya Cosío
México, 2010




No hay comentarios:

Publicar un comentario