miércoles, 7 de septiembre de 2011

El artista debe poner huevos de tigres

PUBLICADO EN RED DOOR MAGAZINE – 8TH ISSUE






El arte es una intención de descifrar al mundo. Un deseo de asir la totalidad del ser con su entorno, de unir los fragmentos. Indagar a través de la razón, sensibilidad y visión que cada artista posee. Prestarse, dejar salir y entrar la sangre como en una fuente. Que transiten sueños, deseos y pesadillas, a través de la disciplina elegida para manifestarse. No ser juez ni parte. Simplemente atreverse. Considero que eso es parte fundamental de la formación del artista: no censurar ninguno de sus movimientos por más brutales o delicados que estos sean. Si se ha de gritar o permanecer callado, hacerlo sin mayores aspavientos que aquellos que la disciplina elegida requiera. Ordenar y desordenar la visión que se posee y darla a conocer sin miedo alguno.  No seguir catálogos ni cánones ni nada ni a nadie preestablecido. Esto no significa olvidarnos de los seres que han transitado estos caminos y vericuetos y que han salido asombrados maravillados o escandalizados de la vida a través de su visión artística. Es necesario conocerlos y nombrarlos siempre. Al mismo tiempo es importante establecer los nuevos cánones y atreverse a dar continuidad y no sólo ser seguidores o complacerse con admirar a ciertos personajes. Se debe continuar indagando en el desentrañamiento surgido desde la mente y sensibilidad de los diversos creadores que han aportado otra forma de ver la vida. Evoco a Rimbaud: “Vendrán otros horribles trabajadores a continuar con el trabajo que nosotros hemos hecho”. Conocer, explorar, leer, estudiar, abismarse en estas personas que anteriormente han tenido que exponer sus nervios, nombres, cuerpos, sus vidas, hasta el límite de la no pertenencia  a aquello que se denomina “sociedad”. Buscar esta desaparición, esta marginalidad, es un punto más allá de la locura. Esta marginalidad la crean (no para presunción del artista, por supuesto) los contemporáneos de dichos creadores. Si para su bien no requirió de esta marginación, entonces, jamás debe buscarla. Probablemente existan artistas, no conozco ningún caso aún, pero deben existir, a los que la sociedad aplaudió y admiró desde el primer momento de su aparición en el mundo del arte y hasta su consagración (ya sea en vida o muerte). Quizá también hay artistas que no tienen necesidad de estar fuera de los límites establecidos para poder externar su visión a través de alguna disciplina artística. Creo que la ambición de todo artista es la pertenencia. Sino, qué sentido tendría el dar a conocer su obra. Si esta no es su intención entonces mejor sería convertirse, según mi punto de vista que puede errar y herrar, en monjes, en iluminados que no requieren de ningún tipo de comunicación con el entorno para vivir en comunión con el mundo. Una característica de aquellos destinados al arte es que viven por lo regular con una desesperación o incapacidad para la vida cotidiana (aún cuando se tengan trabajos, empresas, cargos diplomáticos, títulos de cualquier disciplina). Aunque actualmente el poder expresarse es un descanso más que un agobio en sociedades como las que vivimos en estos momentos, es un privilegio el hacer aquello que se desea hacer sin tomar en cuenta los valores preestablecidos en estas formas de vida, sin pensar en todo aquello que se requiere para una manutención adecuada. Esto puede convertir a algunos creadores o artistas, en seres marginales. Y esta marginación puede pulverizar a quienes se atrevan a vivir “como no se debe”. En un mundo hiper vigilado en donde por ejemplo, citando a las redes sociales, las personas que sólo hablan de sus amores o de aspectos meramente cotidianos se consideran vigilados (y lo son, pero con finalidades de mercadotecnia y no por su capacidad intelectual) podríamos pensar que un artista ya no tendría razones para aislarse y para emitir su pensamiento. Pero es falso. Como todo lo que sucede en la red que puede ser aún más virtual de lo que es o el mundo puede ser aún más falso de lo que se cree. Se ha globalizado todo, hasta la estupidez. La sensibilidad actual está bombardeada por todo tipo de manifestaciones y por todo tipo de seres que consideran que porque escriben en un blog o en alguna red social donde son aplaudidos por sus admiradores (sexuales o amistosos) ya son escritores o porque pintan y suben sus obras ya son artistas. Con este tipo de expresiones nos vemos inmersos en una continua vulneración del ámbito artístico y un terrible desprecio hacia el trabajo, el amor y la disciplina que se requiere para ser artista o creador. Pero desafortunadamente no sólo se limita a este ámbito la incomprensión hacia la creación artística. Puesto que en el caso de las escuelas para artistas o escritores, considero que estas han causado más daño y perversión que maravillas. Debido a que les enseñan a escribir, a pintar, actuar, bailar, o a ejecutar un instrumento entonces estudian y estudian y con esto consideran que se han convertido en artistas por perseverar o por dedicarle cierto tiempo a su disciplina. Esto no los hace mejores ni peores que un carpintero un mecánico o un abogado. La ausencia de exaltaciones que existían antes hacia la figura del artista, ha vaciado al mundo. Esos seres heroicos que se ganaron el mote de “vive como artista” “vivir del arte” tal parece eran términos vergonzosos pero también, eran una epifanía.  “VIVIR DEL ARTE”. En estos tiempos extraños en que tenemos que vivir con cantidades estratosféricas de información que se generan cada día. En que el desencanto reina por todas las paredes de la tierra, es momento de regresar e invocar al artista que considera que aquello que hace es, según diría Dylan Thomas: “como poner huevos de tigres”. Si algún artista, creador, escritor, no considera que está poniendo “huevos de tigre” entonces mejor debería dedicarse a inflar la panza del capitalismo atroz. Y que tampoco pierda su tiempo siendo maestro o instructor formador de “artistas” cuando lo único con lo que cuenta es con su desesperación de no serlo, o de no haberlo conseguirlo nunca. Los mejores maestros son aquellos que ya no están en la vida o los seres que no tienen nada que ver con el arte. Hay que recordar y citar siempre a todos aquellos que nos han precedido como artistas o creadores. Hay que nombrarlos para no olvidarnos de nosotros mismos. No sé por qué les causa miedo o vergüenza decir o proclamar como sus maestros a los seres más brillantes y atrevidos que haya podido dar la humanidad, los “grandes” nombres de seres que curiosamente algún día estuvieron vivos y que por ello, se hermanan en todo con nosotros. No sé admirar ni alabar a nadie sólo por considerarlos lejanos a mi mano. Todo aquello que toco es para mí cercano. En mis sueños toco a Van Gogh, y por ello, me es cercano. Claro, entre otros muchos, pero eso ya sería demasiada presunción. (Risas).



Tanya Cosío
San Cristóbal de las Casas, 2011
Chiapas, México

No hay comentarios:

Publicar un comentario