Una idea te desgarra como el más exacto de los minuteros, reloj de arena que se rompió y toda la sangre contenida en los dedos cansados de quien tuvo que amontonar toda la arena dentro del vidrio es alud sobre tus pensamientos. Te lleva con su interminable Cu Cu imaginario a pensar en cómo arrancarle a la vida su tibieza, su despertar sobre colchones mullidos o tierra seca pasto o adoquines. Detener su loco transitar que se desborda sobre los días. Un pensamiento te atrae y sonroja, todos los vasos sanguíneos explotan y te miras tan rojo como si una borrachera eterna te hubiera enfermado todos los poros. El espejo siempre devuelve imágenes intactas. Hasta las fotografías son más voluptuosas. Nunca te has sabido reconocer en un espejo. El otro día, en el café, te sentaste justo frente a ese enorme espejo creyendo era alguien con quien podrías conversar. Te sentiste más absurdo y denodadamente neurótico en la espera porque el otro pronunciara una palabra que te hiciera salirte de ti, ir más allá de los cohetes que explotan en cada feria municipal. Ser el torito que luego se desliza en su malignidad hacia las piernas de los que observan, por el puro gusto de quitarles lo contemplativo, lo qué haces tú por aquí. Los dedos te cosquillean como si fueras a recibir dinero, o por lo menos eso dicen en algunos lugares comunes de las familias o amigos. Pero no. Los dedos te punzan porque van sintiendo en la dentadura un arma. Fuiste al dentista para que te arreglara de tal forma que con ell impacto cayeran los dientes en silencio, con cordura, con elegancia coloreada de rojo, de sienes, de lombrices futuras. En fin, esa mala costumbre de equivocarte y ver en los rostros los diálogos que nunca han de nacer. Quisiste por lo menos, a ese de enfrente, mostrarle tu lengua, como en una lucha de pequeños pero de pronto recordaste que ya no tienes sino un muñón. Querías ser como Van Gogh y cortarte una oreja, pero como tú eres escritor tenías que cortarte la lengua. Van Gogh se arrancó la oreja para no escuchar los colores, tú la lengua para no oír tus palabras. Esto es algo que nunca podrás contar y por eso ahora, que te veo aquí, mirándome absorto desde tu ausencia de cuerpo, me sorprendo de que las palabras sean más claras que el espejo, que las fotografías y que cualquier trozo de carne. Que sean ellas quienes puedan intentar recordar el balazo que atravesó todo tu cuerpo en un segundo. No fue todo tu cuerpo y sin embargo tú en las palabras así te miras. Quién fue quien deshizo la carne? la carne alborotada que se lanzó trepidante sobre la bala, o la bala que se puso a bailar dentro de tu boca hasta llegar a todos los sitios de la habitación a través de tus sesos y sangre? Cuántos balazos estarán rezumando ahora mismo por todo el mundo? Un bebé recién nacido creerá que cuanto escucha es música. Es la nueva música que nos habita? al compás de tu balazo me desnudo, me ofrezco a Onán mientras escucho el sonido galopante de un temblor, una tempestad que también se encuera frente a las costas y se entrega como Bacante a los pobladores y construcciones. Al final, lo único que no tiene masa encefálica, es el espejo. Ese espejo que nunca pretendiste atravesar. Ese espejo que jamás dejó de contemplarte como si fueras lo único en el mundo. Por qué a los espejos no les dará por agarrar sus cosas e irse? abandonar como se debe abandonar todo lo que nos mira sin hablarnos de nosotros. Una vez se te ocurrió hablarle al espejo pero ya era muy tarde y el minutero avanzaba de tal forma que presentías podrían seguirte cosquilleando simplemente los dedos y entonces volver a levantarte, caminar, acudir al trabajo y volver a olvidar por qué tuviste que ir a que te hicieran los dedos más diestros, como base de pan que se amasa para ser entregado al repostero. Decidiste no preguntarle nada al espejo y ahora soy yo quien te mira y cuenta, quien te mira y contempla. Pero los espejos no podemos agarrar nuestras cosas e irnos gritando que hay un cadáver en nuestra casa. ¿Por qué los espejos no podemos simplemente agarrar nuestras imágenes, cargarlas como se carga una maleta pequeña de viaje, cerrar la puerta y no regresar?
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