Un querido amigo me ha hecho reflexionar: "No caigas en este gran truco que es la cultura" JJJJJAAAAAAJ! cuánta razón. Cómo se suele caer en esos juegos de espejos, en esos juegos de barro en esos juegos que aún antes de jugarse nacieron rotos.
Cuántos ahora se creen, como diría Pessoa, los grandes genios en sus buhardillas, cuántas se creerán las grandes artistas, sin ser Pessoa, claro, sin saber del dolor que ni se busca ni se provoca. Del dolor que un día nace, le brota al cuerpo como las raíces que le nacen al asfalto por robarles su tierra. Siempre me ha parecido ridícula la admiración hacia seres como Frida Kahlo... ¿quién se atrevería, aún en su insano juicio, a ser atravesada en un accidente? ja,ja... ¿los accidentes se planean? no entiendo la búsqueda empecinada del dolor sólo por dolerse, por el único deseo de sufrir. Yo admiro profunda, profusamente a Frida, la quiero, mi hermana mexicana, por supuesto, pero jamás querría sentirme como ella o ser ella, cosa que le sucede a muchísimos de sus admiradores. Quién realmente quiere sufrir. Tampoco entiendo el empecinamiento por morirse de hambre o azotarse sólo porque sí. Nunca he creído que debes de morirte de hambre para poder crear. Tampoco he creído nunca que estás obligado a sufrir a vivir mal. Hubo un tiempo del cual todavía me acuerdo en que caí aparentemente en estos sacudimientos falsamente existenciales. Pero nunca mi palabra ni alma estuvieron tranquilas. Jamás encontré consuelo sino una pérdida infinita de conocimiento. Como si me hubiera desmayado y hubiera viajado por todos los círculos infernales, el purgatorio y al final siempre me quedara ante las puertas del paraíso. Ahora es allí donde ando, allí me paseo y puedo bajar y subir por todas las plazas y mercados, por todos los barrios y silencios. He despertado como quien se muere sin morirse. Ahora entiendo a Santa Teresa "que muero porque no muero" he muerto en mí misma y he resucitado. Ningún aroma pútrido se desprende de mí, fui un cadáver más interesante que el cadáver en los hermanos Karamazov. No tengo testamento puesto que mi herencia es la vida. VIVIR como una desesperada atreverse a ser una llama líquida que se desmenuza entre los canales de la tierra. Que ningún agua pueda saciar tu sed ni entrar en lontananza. Son mis ojos el inicio y fin de los tiempos. Es en mis ojos abisales abismales en donde se ha mirado y se contempla el mundo sin ganas de acabarse sin motivo alguno para censurarse. Son mis pasos los que continúan vivos y seguirán a pesar de cada saeta a pesar de cada espada y cada bala que ha perpetrado mi carne. Aún si fuera una San Sebastiana tendría la calma, el tiento, para irme arrancando flecha por flecha. Mi cuerpo es un cuenco lleno de orificios que se ha colmado de carne como si de ello dependiera la vida del cielo. De nuevo es cuerpo. De nuevo es carne. Amantísima piel que me maravilla. LA VIDA. La vida que entra como un astro repasando cada órgano, cada centímetro interno-externo de mis sueños. Me he roto. Me he resarcido. He sido barro por mis cuatro costados. Permití el engaño de la costilla. Ahora tengo de nuevo costillas y sé que nadie me las ha regalado. Provengo tanto de la tierra como el maíz que devoro ávida y golosa. Es mi cuerpo donde nacen las estrellas de mi sexo. Donde canta la matriz la vulva los senos y la boca de mis dobles labios. Mis labios se han ensanchado como si la maternidad se cirniera sobre mí. Soy mi Madre. Me he parido a mí misma y hay un dulce encanto en ser una mujer que se pare mujer. He sido la pesadilla y el sueño. Me he atrevido. Me he confesionario. Me he descalabrado. En mi descalabro me he encontrado. Y ahora no sé quién soy. ¡Es un triple orgasmo el re-conocerse! ser multiorgásmica tiene sus grandes ventajas. Pasear como si fuera la primera vez que visitas esa ciudad ese país ese pueblo esa ranchería ese vado ese río ese mar. No he de entrar yo entre las benditas olas del mar puesto que Yemanjá me reclama. Pero le admiro en mis sueños y le conozco. Los días son como el mar con su arena y su sol y sus piedras que parece que se liman y siempre hay un lado que aún raspa, que aún lastima, que aún se encaja. Pero ese encajarse también canta. Tocar el cuerpo sólo por sentirse viva. Dejar que otras manos, otros labios te vuelvan carne, que te encajen que te claven a la Tierra. Que las bocas se abran como se abre el cuerpo al parir que se devoren que se trastoquen se vuelvan agua, convertirse en ese otro elemento, desbaratarse enliquidarse entre otra piel entre nuevas miradas nuevos ensoñarse nuevos perpetrarse enamorarse encandilarse paladearse. Enredarse. Ser una nueva ramárbol en los días de la Ciudad. En los días de tu país. de su país. enpaisarse. enciudarse. palmatearse. arboreizarse. descamarse. encamarse. encaramarse. Irse a la vida. Dejar el reloj fracturado de los círculos empedernidamente y únicamente literarios y artísticos. Meterse de plano clavado adentro entre todo y todos lo VIVO. Ensayarse vida hasta concretarse. Encender todas las luces de todas las casas ciudades países continentes pueblos. Y mirar. Observar. Encender los poros de todos los ojos que pueblan nuestros cuerpos. Caminarse. Sobre la Tierra. Sobre el Cielo. Sobre el Agua. Sobre el Viento. Entre el Fuego. ENCENDERSE. Como la llama eterna del conocimiento. Reírse por conocer y por desconocer. He dejado que los cuervos trastoquen mis tripas. Se han llevado parte de ellas. Pero aún la Vida, esa Vida lenta que se empecina en estar Viva, me llena de tripas que no me enredan que no me estrangulan que no me patean que no me jalan que no me rompen. Que me reconstruyen. Que se acomodan en cada parte de mí como si mi cuerpo fuera el Universo y yo fuera la Tierra y ella fuera mis pies. Cada paso que he dado es un paso bendecido por la palabra. Cada oscuro pasillo que he transitado es la iluminación en el fondo de mi Ser. Cada mano que acaricia mi rostro, cada abrazo, cada beso es como si bajara Dios y me tocara. Ahora mi llanto es maná bendición para mis días. En el gran truco he caído y de él me he levantado. Y sigo, sigo como un río que revienta sus propios límites y se estrella precipitado contra el mar donde finge ser un tranquilo río que se encauza y que en cada ola, se revienta.
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