Penélope decides to… – Mexico
By Tanya Cosío.
Recordando a Elena Garro: creadora, artífice, del Realismo Mágico
Creo en la rebeldía como una forma viva del pensamiento. Creo que es una de las formas más vivas de expresión. Los grandes sabios, los grandes escritores, los descubridores, no han sido otra cosa que rebeldes.
Existen diversas escritoras, poetas, con las que me siento identificada. Pero mi escritora fetiche es, sin duda, Elena Garro. Tuve la oportunidad de conocerla, vivir con ella, mirar sus ojos llenos y desencantados y tengo el privilegio de ser, al igual que ella, una “boca floja” “una partícula revoltosa”. Lo cual es una condena y una fortuna. Elena nació en el estado de Puebla. No cito la fecha de su nacimiento porque ella siempre me decía que nunca dijera el año en el que yo había nacido puesto que me meterían en una especie de archivo y dirían: “ah, eres muy joven para eso” o “ah, eres muy grande, para eso” en fin, que siempre te determinarían, y es verdad. Aún ahora sigue siendo un enigma el año en el que realmente nació. Su padre era español, José Antonio Garro Melendreras, originario de Asturias, y su madre mexicana, Esperanza Navarro Benítez, nacida en Chihuahua. Elena siempre añoró el tiempo que vivió con ellos. Lo evocaba como el paraíso perdido. Garro ha sido considerada como la segunda escritora mexicana más importante después de Sor Juana Inés de la Cruz.
Cuando Elena aparece en el escenario de la literatura siempre es unida a Octavio Paz, ya que él fue su esposo. En aquellos tiempos era aún más difícil ser una mujer independiente y no sólo por manutención, sino por emitir sus propios criterios y opiniones sobre cualquier tema. Lo cual no era suficiente razón para que sufriera la persecución terrible que tuvo que padecer por parte de diversos intelectuales mexicanos. Su nombre aún anda rodando entre un sin número de lenguas. Que la festejan, o que demeritan su figura con datos tan escalofriantemente comunes y corrientes como haber sido una mujer que tenía “muchos gatos que apestaban a orines” y que asustaba a todos los que vivían en el edificio que habitaba. Elena siempre extrañó París. Contaba que había regresado de su exilio, después de casi treinta años, porque René Avilés Fabila y otros intelectuales mexicanos, le decían que ya era tiempo de que regresara. Le habían prometido, entre otras cosas, llevarla a vivir a Jalapa, Veracruz. Ella deseaba un clima similar al de París y no un lugar solariego. Al llegar a México ninguna de las promesas fueron cumplidas. Y terminaron viviendo las dos Elenas: Elena Garro, y Helena Paz (la hija que tuvo con Octavio) en un departamento de su hermana Deva Garro. En Cuernavaca, Morelos. Esto terminó de desencantarla por completo. Quién es, quién era Elena… en el 68 le colocaron el rótulo de “traidora”. Ya que habló abiertamente de lo que tiempo después pasó. Era visionaria. Pudo ver a tiempo lo que sucedería con los estudiantes. Dijo los nombres de los intelectuales que en ese momento estaban involucrados con el movimiento. Intentó detener la masacre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Desde entonces se le acusó de traidora. Es entonces cuando inicia su exilio. Elena denunciaba:
“La Revolución careció de un sistema filosófico. Los intelectuales mexicanos acostumbrados a pensar poco y a disfrutar de muy buenas prebendas, se abstuvieron de ejercer el pensamiento y antes y después del asesinato de Francisco I. Madero prefirieron las carteras de ministro a la incertidumbre del desempleo.”
Y es verdad. Ahora, en pleno “Bicentenario” podemos observar las consecuencias de la venta del intelecto. No es una simple defensa feminista puesto que Elena no creía en el feminismo. Decía que el mundo se regía por pensamientos, concepciones masculinas, y que las ideas que podíamos concebir, eran bajo esta lógica. Tampoco creo que todo en ella era correcto. Absolutamente ningún ser humano es intachable. Pero sí considero que fue determinante el que perteneciera al género femenino. Creo que esta ha sido una de las razones principales para que se le condene como se le ha condenado hasta hoy. Además de que los seres humanos están acostumbrados a vivir desconectados de lo que son, de lo que hacen y de lo que piensan. Elena jamás se cuidó la boca para quedar bien con nadie, siempre tuvo el valor y el arrojo de decir lo que pensaba. En una sociedad que condena a todo aquel o aquella que se atreve a externar su pensamiento, su visión, a mostrar abiertamente el ser que le ha tocado vivir en esta vida, no es de extrañar la persecución encarnizada que los diversos medios y el medio literario y artístico en particular, ejercieron contra ellas. Digo ellas ya que no se puede hablar de Elena Garro sin citar a Helena Paz “La Chata” quien también es escritora. Compañeras eternas, parte del mismo cuerpo que se desdobló a través de Paz en el cuerpo de Garro. Estas dos hermosas mujeres con las que tuve el privilegio de convivir y de escuchar sus relatos sobre Mishima, André Breton, Picasso, Silvestre Revueltas, Frida Kahlo, Luis Buñuel, Bioy Casares y por supuesto, de Octavio Paz, entre muchos y muchas otras, me mostraron con toda su humanidad femenina, todo el daño que este país, México, les había hecho. Ya decía Cabrera Infante que el país más hipócrita de América Latina es México. Y por lo menos con ellas sí lo ha sido y lo es. Helena Paz aún está viva y está condenada por un sistema que sabe acallar a sus personajes incómodos. En una ocasión escuché comentar sobre Garro: “era una mujer terrible.” Cuando se me ocurre decir que viví con ellas, que es casi siempre, puesto que es algo que me admira y sorprende, que el destino me permitiera vivir bajo el mismo techo, en su departamento de Cuernavaca, me miran de una forma tan extraña que pareciera que el solo hecho de haber vivido con ellas me etiqueta como “loca.” Quizá lo sea (dentro de los cánones absurdos que determinan qué o quién es hijo de la locura) pero estoy segura de que no es culpa de ellas. Por cierto, Elena Garro me quería dirigir en La Señorita Julia de Strindberg. No quise que lo hiciera porque creí que sería subirme en su nombre y mi experiencia en aquel momento en cualquiera de los dos medios: literario o teatral, era casi nula. Aún ahora mis movimientos en dichos medios siguen siendo extraños pero considero que es el momento adecuado para hablar sobre ellas. Aspiro a esas discusiones a esas vidas monumentales que por lo visto en mi país asustan. Afortunadamente la hipocresía ya no alcanza para continuar fingiendo que en este país “no pasa nada”. Desde hace mucho que viene pasando, y Elena Garro es una figura fundamental que ya nos venía alertando sobre la situación de este pueblo. Apoyó a Rubén Jaramillo, se involucró en el proyecto de Carlos Madrazo, cuando éste se postuló para presidente de la república (el cual por cierto es asesinado en un “accidente” de esos que son comunes en nuestro país) peleó por los campesinos e indígenas de este país:
“Me crié entre ellos y para mí son tan queridos como mi familia española. Aparte de esta razón sentimental los indios son las personas cultas del país […] Los indios son muy inteligentes, han sufrido mucho. Se les ha prohibido hasta tener memoria, porque la Conquista de México les quitó hasta la memoria, entonces ellos existen casi de contrabando y a escondidas… Me parece que lo que les sucede es un pecado terrible. ¡Y los quiero mucho y me produce mucha pena que los exploten de esa manera, que los maten de esa manera y que no tengan derechos!”
Los intelectuales y artistas vivían y generaban sus propios mundos. Deberían de haber dejado tranquila a Elena para generar los propios. Por supuesto que continuó creando, aún en contra de toda esta marea que pretendía sepultarla y aún en contra de sus propios impulsos ya que en algún momento al verla, al hablar con ella, pensé que ni Elena misma entendía el por qué un buen día llegaron a ella las palabras para que las tejiera como Ariadna. Elena Garro escribió teatro, novelas, cuentos y poesía. El simple hecho de decir que una “mujer es terrible” solamente porque emite sus criterios me parece vergonzoso. Octavio Paz emitió opiniones escandalosas, dictaminó quién o quiénes valían o no en el medio literario, hizo y deshizo carreras y escritores. Hasta protagonizó pleitos. También se decía que era “terrible” pero en voz baja. Porque él supo tener la suficiente carga de hipocresía para sobrevivir en esta sociedad, además de tener asegurado su sitio dentro de este país, por el solo hecho de ser varón. No soy una feminista trasnochada ni defiendo porque sí a Elena, o por el simple hecho de ser mujer. Simplemente acoto algo que también he tenido que padecer en el medio literario. “Si quieres ser actriz no hay tanto problema, porque no piensan, pero escritora, es más difícil” o cuando estaba casada llegaron a espetarme este tipo de declaraciones: “Como tu marido escribe tú también quieres escribir” “si vives colgada del brazo de tu marido, cómo pretendes escribir”. Si esto me decían a mí, qué tipo de cosas no le habrán dicho a Elena. Con el paso del tiempo, desafortunadamente, he vivido diversas coincidencias entre su vida y la mía, lo cual me acerca aún más a ella. Debe haber sido terrible el ser esposa de Octavio. Otra de las cosas que me contaba Elena era que muchas veces no tenían ni para pagar la renta de los pisos en los que vivían porque a Paz se le ocurría hacer comidas o cenas en las que invitaba a los principales críticos o escritores de su tiempo de cada ciudad o país en el que vivían para ir poniendo los castillos de la construcción que fue su persona y obra. Así que dilapidaban el dinero para que Octavio pudiera desplegar su encanto entre todos estos “literatos” que más tarde podrían sustentarlo. Él pensaba que así debía ser una carrera literaria. Y quizá tenía razón, porque años después, recibiría el Premio Nobel. Elena nunca fue capaz de llevar a cabo estos rituales que podrían parecer tan simplistas. Para ella era un engaño y además consideraba innecesario ganarse la estima de nadie. Coincido con ella. Y si alguien admira alguna una obra, que aplauda sin que se le solicite. No veo en Octavio al villano. Sé que muchos defensores de Elena lo perciben así. Pero no creo que sea sólo el ogro del cuento porque tanto a mí como a mi queridísimo amigo Eduardo Gutiérrez de la Cruz, quien también es escritor y gente de teatro, y que también vivía con ellas, en alguna ocasión nos vimos en la necesidad de hablar con Paz para solicitar el envío de la pensión que nunca dejó de darles. Alguna vez se retrasó pero siempre terminaba enviando el dinero. Quizá no el necesario pero sí con el que se había comprometido. En aquel entonces ambos ya estaban muy enfermos. Siempre me maravilló el que Paz jamás dejara de apoyarlas económicamente. Lo que veo en estos actos de Octavio dentro del medio literario, es una representación grotesca de lo que puede llegar a hacer un artista, un escritor, por obtener el reconocimiento rápido para su obra. Así que cuando “la ola” cito un fragmento de Mi vida con la ola que es un texto que me gusta muchísimo de Paz y que retrata lo que él sintió, me supongo, cuando Elena llega a su vida:
“Al día siguiente empezaron mis penas. ¿Cómo subir al tren sin que nos vieran el conductor, los pasajeros, la policía? Es cierto que los reglamentos no dicen nada respecto al transporte de olas en los ferrocarriles, pero esa misma reserva era un indicio de la severidad con que se juzgaría nuestro acto.”
¡Pobre Paz! él tan acostumbrado a fingir, él, que creció inmerso en una sociedad en la que las mujeres “calladitas se ven más bonitas” expresión que deploro, por cierto. Ahora tenía a una ola en sus brazos, en su vida, y una ola que hacía honor a su nombre. Es extraño, pero las olas nunca se cansan de formarse entre el agua y la arena. ¿Quién se atreve a acallar al mar? ¿O quién tiene derecho a hacerlo? En una ocasión, Carlos Fuentes declaró, al enterarse de que Elena estaba en el Festival de Cine de Cannes y que se había metido a bañar en Eden Roc: “Se han de haber envenenado hasta los que se bañaban en el mar de Mármara.” De lo que no se enteró Fuentes fue que muchas de las opiniones que llegó a emitir Elena eran en realidad comentarios de Paz que ella externaba.
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Creo que a los hombres nunca se les cuestiona tan duramente. Ni se les pregunta si maltratan o humillan a la mujer con la que viven. Todo se queda bajo las cuatro paredes de una casa o de un país. Como en el caso Paz-Garro. Ahora que este país es ya sólo la costra de todas las heridas que ha tenido que soportar, creo que es tiempo de citar de otra manera a Elena. Es necesario concederle el sitio como la escritora que es, reconocerla por fin, como artífice del Realismo Mágico. Elena publica Recuerdos del porvenir cuatro años antes de que García Márquez publicara Cien años de soledad. Esta corriente literaria que los académicos denominaron Realismo Mágico inicia con Recuerdos del Porvenir así que es “La Garro” y no “El Gabo” quien abre este camino que después muchos escritores han de recorrer. En un acto por demás escandaloso, se le excluye del Boom Latinoamericano. Del cual, Llosa, el reciente premio Nobel, forma parte. Ninguna mujer aparece en dicho movimiento. ¿Ninguna mujer escribía o publicaba en la década de 1960-1970 algo que valiera la pena? Ya hablaré de otras escritoras que en este tiempo estaban generando propuestas y que fueron excluidas en un acto por demás vergonzoso. Quizá podríamos rebautizar al movimiento: El Boom Latinoamericano de los hombres escritores. Tampoco es que a Elena le importara mucho eso de ser la madre padre o algo de cualquier movimiento. Apenas tenía tiempo para defenderse humanamente. No le daban las fuerzas para defender, además, su obra. Pero no sólo existieron estos embates. También había declaraciones muy afortunadas. El inteligentísimo Borges la denominó “El Tolstoi mexicano.” Ahora es más fácil encontrar escritoras en cualquier lengua nacionalidad o preferencia sexual. En aquel entonces era casi un crimen ser una mujer que además de pensar, externar opiniones, escribir, ser periodista, mamá, esposa de uno de los intelectuales más influyentes del habla española, defensora de los derechos indígenas y de los campesinos, tuviera el “descaro” de tener amantes de una forma abierta al igual que su marido. Al hablar de Elena no puedo cumplir con los requisitos necesarios para apartar al objeto y estudiarlo como si fuera una rana en laboratorio. Esto, por supuesto, debido a la relación que se estableció entre una escritora incipiente recién llegada de provincia a la Ciudad de México, y una escritora consolidada. Ambas hemos amado también al teatro. De hecho Elena contaba que siempre había querido ser actriz. Después entendí que su idea de dirigirme en la “Señorita Julia” de Strindberg era para darme la “patadita” necesaria en el medio. Porque insistió mucho con esto. Pero yo no sabía, ni sé, moverme en ningún medio. Diría Elena:
“Porque el hombre confronta su estatura pequeña con los valores superiores por los que debe vivir y morir. La lucha es eso: un riesgo y esto no debe aceptarse si uno no está dispuesto a llevarla hasta su final. Los hombres nos dividimos en dos grupos: los que aprendemos a morir y los que aprenden a vivir.”
Para mí hablar de “La Garro” y de “La Chata” es hablar de mis compañeras, amigas. El sentimiento de solidaridad y agradecimiento que me une a ellas no permite que me desprenda de esta causualidad que inicia desde el día de nuestros nacimientos. Cuando llego a ellas, descubrimos con sorpresa, que Elena Garro había nacido un 11 de diciembre, Helena Paz Garro un 12 de diciembre y yo, un 13 de diciembre. Con esto se originaba probablemente aún sin yo saberlo un destino catastrófico. Aún no lo ha sido del todo, puesto que cada día recuerdo aquello que decía Elena:
“La memoria del futuro es válida, pero me ha fastidiado, y estoy cambiando los finales de todos mis cuentos y novelas inéditos para modificar mi porvenir.”
Tengo la ventaja de conocer sus palabras. A veces modifico hasta lo que vivo de un día al otro. Lo reinvento. Elena es alguien de quien probablemente toda mi vida hablaré, y no me sentiré tranquila hasta que se le conceda el reconocimiento que se le ha escatimado durante tantos años. Pretendemos reescribir su vida para modificar su porvenir. O por lo menos contar el otro lado. Mi queridísimo hermano Eduardo y yo estamos escribiendo un libro sobre ella. Para que pueda mirarse sin sentirse condenada. Cito un fragmento de Recuerdos del porvenir:
“Aquí estoy, sentada sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra. Estoy y estuve en muchos ojos, yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga. Quisiera no tener memoria o convertirme en el piadoso polvo para escapar a la condena de mirarme.”
Siempre le dije a Elena que ella y Octavio morirían al mismo tiempo. Me miraba escandalizada cuando le decía esto. Pero algo le decía que era verdad. Porque se callaba. Con esos silencios tan suyos y tan llenos de palabras, de murmullos, de llantos y alegrías.
Octavio y Elena, protagonistas de una trifulca divertidísima casi al inicio de su romance, en 1939, en el restaurante Pepín del centro de México, donde unos franquistas tuvieron la ocurrencia de gritar: ¡Viva Franco! y ellos respondieron, por supuesto, con consignas en defensa de la República Española. Y que en 1937 estuvieron en España con todos estos intelectuales maravillosos que defendieron a la República, y donde nació el libro de Elena: Memorias de España 1937. Elena y Octavio, quienes por la trifulca que se armó ese día fueron a parar a la cárcel junto con su hermana Deva Garro y su esposo, Jesús Guerrero Galván, quienes también eran republicanos, mueren el mismo año. Octavio Paz el 19 de abril de 1998 y Elena Garro, el 22 de agosto de 1998. Partes del cuerpo que Zeus separó, que ellos lograron por un momento unir en vida pero que la muerte unió del todo, y que dejaron a una hija, a la única hija que tuvieron ambos, Helenita, La Chatita, y que me estremeció un día al gritar: ¡Soy la mierda de los dos genios! Estos dos genios: Paz, el único premio Nobel de Literatura mexicano, hasta el día de hoy, y Garro, la creadora del Realismo Mágico, crearon una de las historias más apasionantes de la literatura mexicana y mundial.
Helena Paz |
Afortunadamente los detractores de Elena están muriendo. Pronto, seguramente, se hablará todavía más de esta maravillosa “partícula revoltosa” con la que nos dotó esta tierra mexicana.
Elena Garro tuvo diversos amantes. Pero al que más amó fue al escritor argentino Adolfo Bioy Casares. La correspondencia entre ambos puede consultarse actualmente en la biblioteca de la Universidad de Princeton. Allí están los archivos de las cartas de Elena. También sus poemas fueron adquiridos por esta Universidad.
Cierro con un fragmento de su novela Testimonios sobre Mariana:
Guardo también su promesa escrita:
“Te esperaré en el cielo sentada en la silla de Van Gogh”. No hablo en orden. ¿Cuál es el orden con Mariana?
Tanya Cosío
Guadalajara, Jalisco, México.
Noviembre del 2010.
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