Un amigo muy querido de mi Padre, me acaba de enviar esta Crónica. La disfrutamos muchísimo, por eso quiero compartirla. Es de Víctor Serge. Ver Guadalajara desde su perspectiva, cuatrocientos años después de su fundación: de pronto ver emerger a Lucha Reyes, María Izquierdo... es una nueva lectura para esa tierra que ahora está tan convulsa. Imaginarla tranquila, capital del arte. Gracias a Román Munguía Huato por este regalo.
Guadalajara (1942): Crónica
de un viaje*
Víctor Serge
En cada viaje por estas tierras mexicanas, novedosas para
mí y tan llenas de sorpresas, encuentro esta sensación, potente como el
contacto directo con la verdad primordial, de la unidad y de la diversidad del
mundo.
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Un destino, dominado por grandes luchas, ya me ha dado
muchas patrias: Bélgica, Francia, la
URSS y me colma ahora haciéndome conocer México. El hombre de
este tiempo tiene tantos hermanos por todas partes aquí abajo, tantas tierras
instantáneamente en las nuevas caras más lejanas. En el tren que nos conduce a
Guadalajara en fiesta, pensamos, a través de los paisajes del sol, en las
batallas que se desarrollan en las nieves de Rusia, en la defensa de Singapur,
en la Grecia
hambrienta, en los pueblos de Alemania e Italia, conducidos por la tiranía, con
una prodigiosa energía, hacia la derrota, la desesperación y el renacimiento...
El mismo nombre de Guadalajara tiene para nosotros una doble significación.
Sabíamos, en Europa, que es el de una
ciudad feliz de México, fundada hace cuatro siglos por hijos ausentes de una
vieja ciudad española que descansa al pie de España; a principios de 1937 se
convirtió para nosotros en la más querida de todas, debido a una deslumbrante
victoria de los hombres libres en contra de la servidumbre. Milicianos
revolucionarios y aviadores soviéticos libraron una extraña batalla contra las
divisiones blindadas italianas, a las que inflingieron una derrota total. Fue
la primera victoria de la aviación sobre los tanques y de las milicias sobre el
rebaño superiormente armado de un estado totalitario. Por primera vez en
tierras de Guadalajara, los italianos evidenciaron que no estaban decididos a
luchar a favor de la servidumbre. Por un tiempo vivimos bajo la ilusión de que la URSS iba a salvar realmente
en España a una democracia nueva. Las batallas de Europa continúan. La antigua
Guadalajara sufre hoy día el terror y el hambre, pero también espera, espera
con los dientes apretados, lo sabemos. Nosotros vamos a descubrir, confiando en
nuestra intimidad en igual espera, la Guadalajara de México, que festeja la juventud de
sus cuatrocientos años.
El paisaje mexicano me es familiar
como si lo conociera mucho tiempo atrás, con aspectos repentinos de una
originalidad única: se debe a que conozco Rusia. La planicie de los valles,
extendida entre montañas azules, me hace pensar en las estepas. El viejo indio
en cuclillas, envuelto en su sarape, me da la impresión de ser como un hermano
del mujik barbudo vestido con cuero de carnero como los seytas,
igualmente acurrucados en las orillas de un camino de Rusia. Pero la planta
peculiar del paisaje mexicano es única. El cactus, el maguey, expresa una
energía vital organizada para resistir la aridez, la fuerza del sol calcinante,
el ataque de los animales, y sus siluetas producen una belleza singular. Las
escasas ciudades color de tierra evocan nuestros techos de paja y nuestras
casas de campesinos, hechas de madera negra, igualmente color de tierra. Desde
la puerta del hospicio (de) Guadalajara extendí la mirada para contemplar la
ciudad y experimente una grata sorpresa. La calle, ancha, enmarcada por
habitaciones bajas, de colores alegres, y que sube hasta las iglesias de estilo
barroco rodeadas de arboledas me recordó, de manera impresionante, a la vez
ciertos rincones de Moscú y la visión que guardo de Kursk. No se trata
solamente de semejanzas exteriores; corresponden a similitudes profundas, a
parentescos inequívocos. México, Rusia: países de vieja civilización agrícola
con un antiguo pasado cultural; aquí las culturas indias, probablemente ligadas
a Asia por Oceanía, allá la cultura
helénica-seyta ciertamente vinculada a la civilización del reino del
norte de Asia. Sobre este fondo inalterable, la aportación de la Europa cristiana,
enriquecida a su vez por la civilización árabe. Penetra en Rusia por el
caucaso, por Persia, con las caravanas que llegan del Asia central; penetra
profundamente en España y, a través de la conquista española, se evidencia
también en las industrias y en las artes de México. Aquí y allá las iglesias
son lo mas a menudo de ese estilo barroco que los jesuitas hicieron prevalecer
en el siglo XVII, pero en México algunas fachadas denotan una influencia
netamente morisca y detalles de escultura traducen al alma india.
Hace mucho bien llegarse a dar cuenta
de esta manera de la unidad del mundo de un extremo a otro de los continentes,
pues la conciencia de este hecho exige, a pesar de todas las matanzas, la
necesidad de la fraternidad humana.
Guadalajara,
capital del arte.
Me habían
dicho: “Vea las antiguas residencias, la catedral, los frescos de Orozco...”.
No me habían dicho que iba a encontrar en el estado de Jalisco una de las
verdaderas capitales del arte de nuestro tiempo –lo mismo que Samarcanda, con
sus mezquitas de otro tiempo, sigue siendo y será siempre una de las capitales
magnificas del arte musulmán. Una ciudad viviente que reúne obras únicas, de
una significación capital, ¿no tiene acaso para la civilización mayor
importancia verdadera que aquellas ciudades en las que residen lo gobiernos y
los bancos, a los cuales en geografía política
se les llama “capitales”? Guadalajara es sonriente y limpia, activa y
tranquila. Sus nobles fachadas de la época colonial, patinadas por el sol,
alegremente iluminadas en la noche, le dan una fisonomía graciosa, sin la
extrema tensión nerviosa de las grandes ciudades industriales. Es una ciudad
privilegiada.
Olvidemos por un momento, el recuerdo
obsesionante de las ciudades bombardeadas y tan sufridas de Europa, sumergidas
por la noche en las peligrosas tinieblas. Olvidémonos de pensar en las ciudades
destruidas de Rusia, donde todo un pueblo muere de hambre en medio de las
ruinas. Será necesario para rehacer el mundo una inmensa buena voluntad, un
ardiente pensamiento revolucionario, un sentimiento exaltado, lucido,
inexorable, de la justicia. Todo esto Guadalajara lo muestra cordialmente
gracias a la obra de José Clemente Orozco. La ciudad agrega las joyas de su
pasado a sus colecciones de arte indígena, esta obra tan actual que parece
completamente de mañana, tan revolucionaria que adquiere una significación
universal, tan profundamente mexicana que llega a ser simplemente humana... (Me
han asegurado de José Clemente Orozco ha introducido, en un fresco potente, la
caricatura de un hombre a quien yo admiro entre todos, y que ha glorificado en
otro a un político a quien yo nunca jamás sabría admirar... Pero su obra es tan
vasta y fuerte que tales perjuicios, en los que veo algo de ceguera, no llegan
a disminuir su valor. Evidentemente, el porvenir los ignorara). Se atraviesa el
gran portal tallado del palacio gubernamental, se entra al patio, se llega a la
gran escalera, se levanta la cabeza y se ve por encima de la vida cotidiana que
sube y desciende con sus pequeñas preocupaciones toda una batalla de titanes
desencadenada en altos muros y en la bóveda. El viejo Hidalgo de la
independencia la domina, con su intensa mirada de visionario, sus cabellos
blancos, su espada de fuego. La utilización de la bóveda para dar cabida a este
retrato simbólico ya constituye un admirable acierto. A ambos lados de la
escalera formas humanas suben, se entrelazan, llaman, luchan; el gigante
Hidalgo emerge de este caos como un Lenin. Nada de lo que el encarna esta
muerto; pienso en los hombres que, como él, se levantaran mañana, en grandes
grupos, en las tierras de Europa, blandiendo la misma espada de fuego...
Los frescos del hospicio tienen otra
intensidad de vida. Faltos de igualdad, con fragmentos engañosos, con audacias
de técnica y con insuficiencias incontestables, constituyen un conjunto tan
rico que aplasta... Uno se siente agobiado, entre estas paredes, bajo estas
bóvedas, por ideas en marcha, por sufrimientos siempre renovados, por una
bondad terrible, por una crueldad infernal. El artista ha querido abrazar toda
la vida de un país y de un largo momento de la historia. Los cuatro caballos
del Apocalipsis se encabriolan en las nubes, pero por encima de ellos, mas
temible, la bestia infernal de la industria moderna, caballo y caballero hechos
de maquinas modernas, se abalanzan... Una rueda de fuego gira sola sobre
tierras grises colmadas de hombres y maquinas... Inquisidores atormentan al
herético: Unos franciscanos enseñan; hay figuras sentadas, tan admirables, en
los ángulos superiores de los muros, que parecen esculpidas con la firmeza de
los bronces de Donatello. Alrededor de esta nave llena de visiones se extienden
losa corredores cuadrados del hospicio, el vasto patio pleno de arcos, otros
patios en los que juegan los niños por entre las flores. Y la cercanía de los
niños, la paz de los corredores, la vieja arquitectura de gran convento
aireado, se le agregan al acento de implacable verdad de la obra de arte.
El fresco y la bóveda del gran salón
de la Universidad
alcanzan también igual expresión, pero con otro valor; hay en el ángulo
izquierdo, en la parte baja del fresco, una batalla de textos, con una cabeza
de Marx con anteojos y libros mezclados con cuchillos. Aquello es audaz, en una
sala de estudios universitarios y ni la Sorbona ni las universidades de Oxford y de
Cambridge aceptarían. Hay que reconocer francamente el agradecimiento a
Guadalajara, ciudad que cuenta con la única universidad del mundo en la que sus
paredes registran tantos clamores provenientes de las luchas sociales. Es
lamentable no encontrar en Guadalajara algún fresco de Diego Rivera, a fin de
que la representación del arte mexicano se encuentre completa. Es fácil darse
cuenta de cuanto la
Revolución Mexicana ha suministrado al dominio del arte; una
renovación ejemplar. Por el momento, en este dominio, ha adquirido indiscutible
supremacía sobre la
Revolución Rusa , que de la pintura burguesa y del arte
religioso ha pasado al arte dirigido por los servicios de propaganda de un
comité central, lo mismo que al pensamiento dirigido, es decir, a la asfixia de
toda mentalidad libre. (Naturalmente, hay muy buenos artistas en la URSS , pero el arte oficial,
el único que puede vivir, impone la repetición inacabable del retrato del
jefe). Algunas vitrinas de los mercaderes de los Campos Elíseos de Paris me
hicieron comprender, no hace mucho, de toda la
decadencia de la pintura burguesa de forma definitiva. Veía paisajes
perfectos, perfectamente enmarcados; desnudos deliciosos, naturalezas muertas
armoniosas. Todo aquello era encantador, muy bien hecho, pero yo me preguntaba,
que es lo que le faltaba a esa pintura de salones, de comedores, de
departamentos lujosos. ¿Qué le faltaba? Sencillamente la vida, la vida en
verdad, la vida grande de los hombres que sufren, en marcha, en masa. Arte
anémico, arte egoísta, arte perfecto para algunos que solo se ocupan de ellos
mismos; este arte tiene su valor y él podría ser grande si estuviere vivificado
por el otro, pero aislado se extingue, pierde su sabor, a duras penas puede
producir una alegría visual pasajera. Los Diego Rivera y los Clemente Orozco
han vuelto a encontrar algo de esencial como el corazón de la tragedia griega:
es la suya una pintura que clama por todos los hombres, en nombre de todos los
hombres. Y ellos han podido realizar tal encuentro porque su pueblo estaba en
marcha y les ofrecía, con los muros de sus edificios, todos sus sufrimientos y
todas sus esperanzas. Gracias a estos pintores de grandes frescos, Guadalajara
y México son hoy día verdaderas capitales del arte, y mas aun, creo yo, del
arte futuro, que del arte moderno. Gracias a ellos, se han abierto los caminos
para la renovación de la pintura. ¿Qué artistas visionarios, recomenzando la
labor del Miguen Ángel de la
Sixtina , pintaran un día los frescos de la Europa en alumbramiento del
porvenir? Será menester que aquellos artistas vengan primero a México a
contemplar, para aprender, el vigoroso trabajo de Rivera y de Orozco
Gentes de esta tierra.
Hablábamos
de todo esto en una casa amiga, con otros dos artistas. Maria Izquierdo y el
pintor chileno Uribe. Unos caballos alazanes y negros se movían en el fondo del
jardín, unos grajos y unos cuervos de grandes alas negro azulosas volaban de
árbol en árbol mientras Maria Izquierdo nos mostraba unos gouaches
sobrios y coloridos, de una intensa expresión que pertenece a este arte nuevo y
no –¡a Dios gracias!– a aquel de los campos Elíseos (que por otra parte no se
debe confundir con la gran pintura francesa que tanto nos ha enseñado sobre el
hombre). Caballos placenteros bajo flores deslumbrantes, paisajes trágicos,
juegos de circo sin público, concentrando todo el drama en pocas formas;
algunos volúmenes, algunos colores (Izquierdo); retratos de niños sin nombre
(Uribe). Otro artista sin nombre, como estos niños tristes, nos maravillo en
Tlaquepaque, tanto mas porque no sabe que es un artista, un verdadero creador
de formas eternas, el humilde continuador de aquellos que han dado vida a las
primeras formas perfectas. Era tan solo un alfarero trabajando con su torno que
movía con el pie, por medio de una
cuerda. Ningún otro instrumento que sus dedos y ese disco giratorio. Un
poco de informe de tierra negra se transformaba mágicamente entre sus manos
para convertirse, después de algunos instantes, en un vaso sin defecto
semejante a los vasos griegos de las mas puras formas. Se percibía en sus mas
mínimos movimientos una maestría acrecentada por una tradición milenaria. Y
este alfarero me revelaba que una maestría única une a las artes primitivas de
este pueblo con la obra de sus grandes maestros.
Una noche, en el Teatro Degollado,
figuras de los frescos (de los de Rivera) se animaron de repente a una sala
entusiasta y fueron simplemente gentes de este país, con sus instrumentos de
cuerda, tal como tocan y cantan por las calles; fueron los mariachis, de
quienes aun no conocía ni la música ni el canto, vivientes entre todos. En
medio de ellos, una mujer erguida y esbelta canta su canto, alcanzando
inmediatamente las notas más vibrantes, entonando en ciertos instantes solo un
grito de alegría y energía. El arte muy simple de Lucha Reyes me pareció
inseparable de todo lo que acababa de descubrir: Inseparable del trabajo del
alfarero, de la paz luminosa de las calles de Tlaquepaque, de la muchedumbre en
las plazas, del dinamismo de los frescos, del fino perfil tenso de una Isabel
Corona, del maravilloso trabajo de los vidrieros que con la fuerza de sus
pulmones dan forma al vidrio incandescente...
Este contacto con
Guadalajara me ha servido para apreciar la extraordinaria unidad de estilo que
liga a las ciudades, a los seres, a las obras con una gran vitalidad a la vez
anciana, joven y profunda. Este país puede esperarlo todo de si mismo y un día
tendrá mucho enormemente tal vez, que dar a otros.
* Esta crónica fue publicada por
la revista Así (número 68), el 28 de febrero de 1942, México, D.F. El
texto fue proporcionado por Alejandro Gálvez Cancino.
“Víctor Serge
ofrece en este número y en estas planas, a sus lectores –dice Así–, un
artículo extraordinario. Serge, el gran escritor refugiado en México, estuvo
durante una semana en la ilustre ciudad que celebra el IV Centenario de su
fundación y, como presente para Jalisco, nos trajo este admirable reportaje en
el que palpita toda la vivacidad de su inteligencia periodística.”
***
Víctor Serge, hijo
de emigrantes revolucionarios rusos, nació en Bruselas, Bélgica, en 1890, y
muere en la Ciudad
de México en 1947. Su nombre civil era Víctor Lvovich Kibalchich. Serge es
reconocido –además de protagonista y testigo importante de la Revolución Rusa ,
hasta su destierro de la URSS
en 1936– como un gran escritor, poeta, periodista, ensayista e historiador.
Desde 1912, año en el que es encarcelado en París, hasta su muerte, vivió todas
las vicisitudes de un militante revolucionario. De sus obras traducidas al
español se conocen, entre otras: Memorias de un revolucionario;
Ciudad ganada; Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión;
El año I de la revolución rusa; La defensa de Petrogrado (Año II de la
revolución rusa); Literatura y Revolución; y la reciente edición de
la novela El caso Tuláyev. (Román Munguía Huato).
BIBLIOGRAFIA MINIMA
DE VICTOR SERGE (elaborada por Emilio Brodziak):
ensayos
políticos e históricos: Contra el hambre;
Durante la guerra civil; Los anarquistas y la experiencia de la Revolución rusa; La
defensa de Petrogrado (Año II de la Revolución Rusa ) [Editorial Transición]; Lenin:
1917 [Ediciones Transición, 1977]; Lo que todo revolucionario debe saber sobre
la represión [Editorial Era]; Soviets, 1929; Vidas de revolucionarios; El año I
de la Revolución Rusa
[Editorial Siglo XXI]; Literatura y Revolución [editorial Fontamara]; Dieciséis
fusilados. ¿A donde la
Revolución Rusa ? De Lenin a Stalin; Veintinueve fusilados y
el fin de Yagoda; Destino de una revolución; Reflexiones sobre el anarquismo;
Introducción a la obra: Los sindicatos soviéticos; El pensamiento anarquista;
El asesinato de Ignacio Reiss; La Revolución Rusa. Febrero-octubre, 1917; Vida de
un revolucionario; Dos reencuentros; Retrato de Stalin [rev. Vía Libre, núm.
11, Xalapa, Veracruz, febrero, 1988]; Hitler contra Stalin; La GPU prepara un nuevo crimen;
Guerra de transformación social; La tragedia de los escritores soviéticos; El
nuevo imperialismo ruso; Vida u muerte de León Trotsky; el oscuro viraje;
Memorias de un revolucionario [editorial El Caballito]; Carnets; La lucha de
clases en la
Revolución China ; Ensayos sobre la Revolución Rusa ;
Notas sobre la crisis de Alemania; Reportajes y artículos diversos; Escritos y
cartas de los tiempos de "la anarquía".
novelas y
cuentos: Los hombres en la prisión; El nacimiento de
nuestra fuerza; Ciudad ganada [editorial Joaquín Mortiz]; El blanco mar; El
callejón de San Bernabé; Medianoche en el siglo; Los últimos tiempos; El caso
Tuláyev [Ediciones del Equilibrista]; La locura de Yuriev; Los años
despiadados; El trópico y el norte.
poemas: Diversos; Resistencia; Canto de la paciencia y México (fragmentos):
Idilio; Manos; Para un brasero en el yermo; Mensajes. et.al: Historia de
Rusia [rev. Vuelta 87, febrero, 1984]. Poemas: confesiones; en otra parte...;
tiflis; ¿para que escribir un nombre?; muerte de Panait Istrati. Carta; Balance
de la reacción estalinista; ¿ A dónde va Stalin?; Las causas del imperialismo
soviético [rev. Plural. núm. 252. septiembre de 1992]. Cuadernos Victor Serge
[Núm. 1, marzo de 1984, Imprenta Madero]; Michoacán, Paricutín [Revista de la Universidad de México,
núm. 40, agosto de 1984].
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